DISTRITO SUDOESTE   B° ACINDAR


 

EL BAJO HONDO

 

Conocida durante mucho tiempo como Bajo Hondo, la zona sudoeste de Rosario era, hacia fines del Siglo XIX, un vasto despoblado donde empezaban a producirse algunos parcelamientos en un paisaje de baldíos interminables, vizcacheras que hacían peligrosa la travesía de caballos y carruajes, altos yuyales, algunas curtiembres, algún almacén de ramos generales y algún adelantado que plantó allí su vivienda.

 

Desde hace más de medio siglo, cuando la primera casa fue habitada por una familia obrera, hasta la populosa actualidad, BARRIO ACINDAR no dejó de transformarse. Ubicado en el Distrito Sudoeste, se encuentra delimitado al norte por las vías del ex Ferrocarril Mitre, al sur por el antiguo trazado del Ferrocarril Belgrano, al este por la avenida Ovidio Lagos y al oeste por el bulevar Avellane­da. Hasta la década de 1950, cuando pequeños talleres y algunas industrias metalmecánicas medianas empeza­ron a instalarse sobre la avenida Ovidio Lagos, La Plan­ta Metalúrgica de Acindar se recortaba casi sola en una dilatada zona de quintas y terrenos que eran fracciones de las viejas lonjas que habían empezado a subdividirse y venderse desde que Rosario se había convertido en el primer puerto de ultramar de la Confederación Argenti­na, a mediados del siglo XIX.

LA FÁBRICA


La fábrica de aceros, emplazada solitariamente el 12 de mayo de 1942 -bajo el nombre de Acindar Industria Argentina de Acero S. A.-, ostentando el privilegio de ser la primera planta de la Industria del Acero instalada en el país, siguió una primera tanda de chalets de muros blancos y tejas rojas dispuestos en torno a grandes cen­tros de manzana parquizados, bordeadas por calles cur­vas y rectas que se desentendían del tradicional damero. A lo largo de las vías del ferrocarril, tanto al norte como al oeste, empezaron a formarse en los años 60 algunos asentamientos de viviendas precarias que se extendie­ron y en parte se consolidaron en las décadas siguientes.

Ventajas comparativas entre las que debieron contarse las instalaciones portuarias y los sistemas ferroviario y caminero que la comunicaban con las ciudades más importantes del país, hicieron que Rosario fuera elegida para la instalación de la primera planta de la Industria Argentina de Aceros Acindar SA. Según las fuentes de la empresa, la planta empezó a construirse en abril de 1942, es decir antes de la constitución oficial de la sociedad anónima. Se radicó en la zona sudoeste de la ciudad, sobre la avenida Ovidio Lagos al 4200, cuando la cuadrícula urbana todavía no llegaba a esa altura. Con un ancho de casi doscientos metros sobre Ovidio Lagos, el predio de Acindar se extendía unos mil metros hacia el oeste, teniendo como límites las vías del Ferrocarril Mitre al norte y la actual avenida Acevedo al sur. Los alrededores aún eran zona de quintas, pequeños sembrados y terrenos vacíos.

El primer horno siderúrgico, un Siemens Martin, entró en funcionamiento en diciembre de 1943, y si bien había sido diseñado para elaborar 15 toneladas por colada, una vez rectificado llegó a las 30. En 1944 se alcanzó una producción de 13.000 toneladas. La producción principal de la planta fue la fundición, junto con la elaboración y venta de hierro y acero en todas sus formas: laminados para la construcción, alambrón, flejes, alambres, perfiles, planchuelas y otros.

LAS CHIMENEAS DEJARON DE HUMEAR

 

El proceso que culminó en el año 1981 con el cierre definitivo de la planta de Acindar en Rosario y su posterior desmantelamiento se inició en 1977. Para algunos ex trabajadores, el cierre de la fábrica estuvo relacionado con la situación general de la economía del país; para otros, con las mejores condiciones de producción de la planta de Villa Constitución.

 

Primero la paulatina reducción de turnos y después la impotencia ante la pérdida concreta del puesto laboral es todavía recordada por los vecinos del barrio, incluso por aquellos que no tenían relación contractual con la empresa. La conmoción trascendió todas las barreras, repercutiendo en el núcleo familiar y obligando a muchos a alejarse del barrio en busca de nuevos horizontes. A la ausencia visual de los overoles se sumó la de muchas familias y a esta, en pocos años, la desaparición material de las instalaciones de la fábrica.

El casco histórico de Barrio Acindar

 

El BARRIO JARDÍN

 

En sus orígenes, cuando la trama urbana todavía no se había extendido demasiado hacia el sudoeste, Barrio Acindar parecía un pueblo dentro de los límites de la ciudad. Aislado por las vías del ferrocarril, una única calle de entrada y salida conectaba el barrio-jardín con la avenida Ovidio Lagos, que a su vez lo comunicaba con el centro y los otros barrios

Proyectado como un ámbito bucólico de chalets de tejas rojas, calles angostas y arboladas y centros de manzana parquizados de uso recreativo, en el momento de su inauguración en 1957 Barrio Acindar marcó un hito en la historia urbanística de Rosario.

Su modelo teórico se remonta a la ciudad-jardín postulada por los socialistas europeos de finales del si­glo XIX, quienes, apoyándose en la idea de la tenencia comunitaria de la tierra, concebían este tipo de urbani­zación, alternativo a la metrópolis, como pequeñas co­munidades autárquicas de casas unifamiliares situadas en plena zona rural o suburbana. Si bien al principio las garden ciñes fueron pensadas como instrumento de reforma social, pronto se convirtieron en una solución alternativa al problema de la vivienda obrera.

En la Argentina de los años 30, 40 y 50 sirvieron de inspiración para darle fisonomía a diferentes urbaniza­ciones en pequeña escala, de las cuales fue pionera el Ba­rrio de Suboficiales Sargento Cabral, construido entre 1934 y 1937 en Campo de Mayo, provincia de Buenos Aires. Este barrio-jardín de chalets californianos fue el modelo urbanístico y arquitectónico de numerosas in­tervenciones habitacionales.

 

EL CASCO HISTÓRICO

Barrio Acindar está delimitado por importantes corredores viales y ferroviarios que lo separan de otros barrios. Al sur, calle Sabattini, por donde pasaba un ramal del Ferrocarril Belgrano, traza el límite con el barrio Santa Teresita, donde se asienta la Aceitera Santa Clara, y más allá la ex Fábrica de Armas Domingo Matheu, en Barrio Plata.

Al norte, las vías del ex Ferrocarril Mitre lo dividen de Barrio Alvear. Al este, del otro lado de la avenida Ovidio Lagos, se observa un sector de grandes y medianos depósitos, corralones, pequeños comercios, talleres y algunas pocas casas. Al oeste, el bulevar Avellaneda, sobre el que se proyecta el nuevo Eje Metropolitano Norte-Sur, separa Acindar del asentamiento de la Vía Honda y la zona rural que se extiende hasta la avenida de Circunvalación.

Dentro de esa primera demarcación de fronteras, existe otra más reducida, si se quiere escondida, que los registros municipales no consideran pero que es de uso familiar al menos para sus habitantes. Sus límites son: los terrenos de la Empresa Provincial de la Energía de Santa Fe (EPE) al sur, la avenida Francia al este y la calle Nahuel Huapi al oeste, manteniéndose las vías del ex Mitre al norte. A tal sector denominamos "casco histórico", por ser el núcleo primitivo de la urbanización de toda esa zona. La primera tanda de casa -259 viviendas de un total de 354- se entregaron el día 29 de septiembre de 1957 y abarcó 9 manzanas según el plano aprobado en 1959, el resto de las viviendas se entregaron en 1976.

El conjunto está articulado alrededor de una rotonda en la intersección de Mosconi y Huemul, donde se erige el ex tanque de agua. Según el plano de 1951, estas calles principales tienen un ancho total de 15 metros incluyendo a cada lado 2 metros de vereda y un espacio de 2,50 metros para árboles, con una calzada de hormigón de 6 metros.

El desarrollo del casco histórico de Barrio Acindar tuvo dos etapas: en la primera, entre 1952 y 1956, se construyeron las primeras 259 viviendas, haciéndose cargo la empresa de la financiación de los tres primeros años de construcción, hasta tanto el Banco Hipotecario Nacional contara con los fondos necesarios; en la segunda, entre 1966 y 1976, otras 125 unidades, ubicadas a lo largo de Villarino y sobre la mitad sur de la calle Nahuel Huapi. Excepto unas 30 de estas últimas viviendas, las restantes no se dispusieron alrededor de centros de manzana comunitarios ni tuvieron los techos cubiertos de tejas españolas.

El 30 de noviembre de 1956 se firmó el decreto municipal N° 19.381 por el que se les dio nombre a diecisiete calles de Barrio Acindar que hasta entonces estaban señaladas numéricamente. Con el propósito, según la letra del decreto, de "evocar hechos y personas representativos de una hermosa región de nuestra patria, cual es la zona patagónica", surge una peculiar denominación para las calles del casco histórico: Cipolletti, Ramón Lista, Lacar, Mosconi, Esquel, Villarino, Mascardi, Piedrabuena, Huemul, Falkner, Plaza Huincul, Nahuel Huapi, Limay, Wintcr, Trafúl, Maitén.

Según Evel Castagnasso, vecino y cronista barrial, fue hacia 1950 que Acindar SA, debido a la falta de viviendas para sus obreros y empleados de la planta de Rosario, decidió la construcción de un barrio en terrenos adyacentes a la fábrica, una parte de los cuales fue donado por el Estado Nacional y otra parte por la empresa siderúrgica.

El vespertino La Tribuna cubrió el acto con un reportaje fotográfico del decano de la prensa gráfica rosarina, don Joaquín Chiavazza. Al pie de las fotos, en las que Evita luce su clásico traje sastre y el cabello recogido, se lee: "Ayer a la tarde, con asistencia de la esposa del primer magistrado, Eva Perón, se llevó a cabo la inauguración del barrio 17 de Octubre para obreros de Acindar". Detrás del palco, se extendía un cartel de los empleados de la fábrica donde se le daba la bienvenida.

 

Así mismo el periódico El Orden del 30 de mayo de1950, en un recuadro, bajo el título "Será una realidad el Barrio 17 de Octubre, en Rosario", se decía: "Minutos después de las 16, la comitiva oficial se trasladó [de la Sociedad Rural] a los terrenos adyacentes a los establecimientos industriales Acindar donde la ilustre visitante presidió la colocación de la piedra fundamental de un barrio obrero”.

 

EMBLEMAS BARRIALES

LAS TRES CHIMENEAS.

Entre las marcas que identificaron e identifican al barrio se destacan a simple vista las tres chimeneas que ocupaban el extremo norte de la planta siderúrgica, próximas al desaparecido depósito de chatarra. Mientras estuvieron en actividad exhalaron, alter-nativamente, humo blanco y llamaradas, producto de la actividad de los hornos y los trenes de laminación en el proceso continuo de fabricación de acero, las 24 horas del día. Ubicadas entre las vías del ex Ferrocarril Mitre y la calle Laguna del Desierto, se las encuentra casi sobre avenida Francia en un espacio público recientemente habilitado con el nombre de Plaza Acindar, donde también quedan como testimonio enormes restos de pilares y cimientos, que son los últimos vestigios de la fábrica.

Con sus nada despreciables 50 metros de altura, las chimeneas están entre las estructuras más altas del sudoeste, visibles con claridad desde cualquier extremo del barrio y aun a varios kilómetros de distancia. Su porte monumental y valor simbólico motivó al arquitecto César Pelli, quien diseñó la sede del CMD Sudoeste, a rendirles homenaje con un obelisco de tres caras y 30 metros de altura emplazado en la plaza cívica del Centro.


EL TANQUE DE AGUA.

En la rotonda de la intersección de las calles Mosconi y Huemul, en pleno casco histórico, se alza la construcción del viejo tanque de agua, un prisma con base cuadrada, de unos 20 metros de altura, rematada con un techo de tejas. Sólida y austera, la torre no tiene en el exterior más señas que una pequeña puerta de ingreso en su planta baja y una serie de ventanas rectangulares en la parte superior. En su interior hay dos subdivisiones y tres plantas, conectadas entre sí por una estrecha escalera.

Para llegar de la segunda a la tercera planta se deben subir unos doce metros, atravesando seis metros de entubamiento de hormigón, correspondientes a la altura del depósito de agua que suministró de presión a las casas construidas por la Cooperativa del Personal de Acindar.

Años después la función de la torre fue complementada y hasta sustituida por otros usos. Hubo dos intentos de instalar una biblioteca popular, pero no prosperaron. Entre 1966 y 1967, la comisión directiva del Club barrial dispuso la colocación en sus ventanas altas de grandes bocinas para emisiones radiales de gran potencia, que funcionaron cerca de seis años. A través de la radio se transmitían noticias vecinales o del ámbito de la fábrica, pero lo que se recuerda con mayor calidez son esas "tardecitas musicales de Acindar".  Además, en el exterior del tanque se instaló el primer teléfono público del barrio, se emplazó un quiosco de diarios y revistas, un pequeño dispensario, un consultorio jurídico y hasta la seccional 18° de la policía (antes seccional 11°) tuvo ahí un destacamento.

Hasta el año 2009 funcionó el dispensario con sala de enfermería. La colocación de un entrepiso en la primera de las subdivisiones permitió un mejor aprovechamiento del espacio para recepción, consultorio, baño y demás dependencias. Sin embargo, las palomas que habitan el recinto superior de la torre -desde cuyas aberturas se obtienen distintos panoramas de la ciudad, llegando a distinguirse la silueta del puente Rosario- Victoria- no fueron desplazadas por las remodelaciones. Tan diversos usos tuvo el tanque que es imposible imaginar cuántos más podrá tener.

-Fuente:         El Libro de Barrio Acindar Proyecto Historia, identidad y perspectiva. Editorial Municipalidad de rosario Año 2011